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Danger Músic  #17: Dick Higgins.

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En Mayo de 1962, 8 años antes de que James Tenney escribiera sus famosas Postal Pieces, el fluxartista Dick Higgins escribió en una tarjeta postal seis veces la palabra scream! (grita en español) intercalados por seis signos de exclamación aislados, en la parte superior se lee el título de la obra, Danger Music #17 (música peligrosa #17).

Si, como dijo Tristan Tzara, dada no es nada, fluxus lo es menos, detrás de cada fluxobra hay un manto de lo absurdo en  sí misma, pero escondido en esos seis gritos que hielan la sangre no podemos apelar a lo absurdo, en ellos encontramos una desgarradora insistencia de la vida, una insistencia que a diferencia de los cinco golpes Beethovenianos que anunciaban un destino esperanzador, nos encontramos con un ruido que se anuncia desde la angustia, desde la agonía, desde la desesperación. Lo que en su primer momento fueron rugidos dignos de la caída de Jericó, para el sexto grito se convierte en nada más que un ruido que asemeja un suspiro, un llanto, energía afónica. Si en la música del tono y el timbre encontramos el hortus conclusus que nos remonta a la ontogénesis, en la  música del ruido podemos encontrar todo lo que viene después, todo lo que nace posteriormente a emitir ese primer grito, es la expulsión del paraíso acuático sustituido por el caos de la propagación aérea, es la primera confrontación al ruido del otro, ese sujeto ajeno que al ser escuchado todo lo escucha, nos encontramos en la situación vulnerable   de la madriguera Kafkiana en donde al escuchar la amenaza del intruso en el hogar, sólo podemos reconocer que desde ese momento se ha vuelto  también el hogar del otro.

Estos seis gritos se nos presentan como el recuerdo de nuestra primera bocanada de aire en esta vida posterior, una vida a la que llegamos gritando, una vida llena de ruidos que no dejaremos de escuchar hasta nuestros últimos días. Tal vez el compositor Morton Feldman tenía razón cuando escribió que el ruido es lo único que deseamos en secreto, porque la verdad más grande suele esconderse detrás de la mayor resistencia, tal vez el ruido es el encuentro entre nosotros mismos y con el otro, la confrontación, tal vez lo que esos seis signos de exclamación en la partitura significan son esas pausas, esos silencios en donde uno deja de emitir su ruido para escuchar y en el eco se escucha la voz propia y la del otro, nos escuchamos mutuamente en ese eco que domina sobre música en el Orfeo de Monteverdi y que afirma la calidad terrenal del oído órfico, la escucha mortal, la escucha humana. El sonido encarna todos los sueños que tenemos respecto a la música, pero el ruido encarna los sueños que la música tiene de nosotros, escribe Feldman en artículo publicado en el 58.

36 años después de componer Danger Music #17, en el año de 1998, el fluxartista Dick Higgins muere en el quinto grito durante la representación de esta obra, minutos antes había presentado la pieza #8 de la misma serie en donde se lee la instrucción Play it safe (juega a la segura).

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